Desafortunadamente la vida siempre tiene altibajos para nosotros. Muchos caminos dirigidos a grandes sueños terminan por llegar a un punto muerto en el cual ya no depende de nosotros continuar y simplemente queda tomar un rumbo distinto. Desear encontrar un propósito en la vida me ha llevado a la aventura de la búsqueda de la belleza, y un sendero me llevo a buscarlo de la mano de una cierta entidad bípeda, humana y generosa. Desafortunadamente ese sendero ha llegado a su fin y he quedado incierto, en un abismo abisal sin nada que motivar mi alegría.
Es en ese abismo, he logrado encontrarme. Pensaba que el propósito de mi vida se había convertido en caminar al lado de esta persona con la cual nunca hubo oportunidad, fijado en una ilusión para no perder mi propósito. Siempre tuve miedo de admitir que mi vida no tiene sentido. Nunca quise ver al abismo. Un abismo en el que siempre estuve ahí, descuidado, abatido, despreciado y abandonado por mí mismo. Se trataba de volver a mí mismo. Es ahora, en este abismo donde mis ojos ya no miran a esta persona, sino que se han alzado, hacia al cielo, donde las infinitas estrellas brillan con su esplendor en contraste a la penumbra de mi entorno abisal. Ese espacio que ha alimentado la imaginación y el asombro de la humanidad desde su nacimiento, y en mi caso, desde la infancia. Las neblinas de las distracciones de la vida me hicieron perder de vista una parte de mí, el amor a la astronomía, pero ahora regreso a mí.
El día de hoy es Sábado de Saturno, la verdad es que no es sábado, pero he estado pensando en tomar cada uno de esos días para dedicarlos a escribir sobre el planeta favorito de muchos, incluyéndome a mí, Saturno. ¿Por qué dedicar el sábado a Saturno? Aquí entra el primer conocimiento que ofrezco: el nombre de los días de las semanas corresponde a cuerpos celestes en el sistema solar. La razón se encuentra en que el español deriva del latín, y en esta lengua los nombres de las semanas correspondían a los planetas, los cuales, a su vez, fueron nombrados en honor a los dioses del panteón romano (la cadena podía extenderse aún más si contemplamos que los dioses romanos estaban basados en cierta medida en los griegos).
Lunes corresponde a la Luna. Martes es Marte, el dios romano de la guerra. Miércoles corresponde a Mercurio, el dios del comercio y los viajeros. Jueves es Júpiter, el dios principal de la mitología romana. Viernes es Venus, la codiciada diosa de la belleza y el amor. Y finalmente, nos quedamos con sábado y domingo, los únicos que perdieron su asociación con cuerpos celestes al pasar al español debido a la invasión árabe y del cristianismo, pero en la antigua Roma sábado correspondía a Saturno, dios del tiempo, y domingo al Sol (por fortuna en inglés, Saturday y Sunday claramente no perdieron su asociación romana).
Ahora, teniendo en cuenta mi fascinación con el imperio romano, me siento plenamente satisfecho al saber que sus raíces aún pueden sentirse incluso día con día a lo largo de la semana. Más no es lo mismo durante el fin de semana, es con mi enorme autoridad que, como descendiente romano, declaro a partir de ahora, el regreso a las buenas costumbres: sábado pasa a ser llamado Sáturnes, y domingo, Soles. Comienza así mi serie semanal, Sáturnes de Saturno.
Saturno, el segundo planeta más masivo del sistema solar, que con 95 veces la masa de nuestro planeta logra usar su enorme influencia gravitacional para hacerse con la corona del planeta con el mayor número de satélites naturales con la sorprendente cantidad de 274 cuerpos celestes. A diferencia de la Tierra y los demás planetas interiores, es un planeta gaseoso, por lo que está compuesto principalmente por gases como hidrogeno y helio, y no tiene una superficie rocosa en el cual uno puede estar.
Cuando era niño el concepto de un planeta sin una superficie generaba un terror existencial, imaginaba caer en la inmensidad de las desconocidas entrañas de Saturno. Cayendo más y más rápido al mismo tiempo que el único factor de tranquilidad posible, la luz del lejano Sol, se desvanece, sumergiéndome en una oscuridad absoluta de la cual nunca escaparía. Encontraría mi lugar de descanso eterno a cientos de millones de kilómetros de distancia de casa, atrapado en un gigante que con sus más de 60 mil kilómetros de diámetro humilla a nuestro planeta.
Curiosamente esos 60 mil kilómetros de diámetro no son constantes en la circunferencia de Saturno. El diámetro hacía los polos es de alrededor de 54 mil kilómetros, así que el diámetro ecuatorial es un 10 % más grande que el polar. En otras palabras, el planeta no es una esfera perfecta, sino que es más alargado en el ecuador.
Si bien, no es el único planeta con un sistema de anillos, tanto en el cielo como en el espacio, Saturno, permanece solitario en la cúspide sin competencia alguna. Sus anillos han traído la sensación de maravilla a todas las personas que los han visto, y es esto lo que hace que nuestro adorado planeta sea el favorito de la mayoría. Los anillos de Saturno son enormes, teniendo una longitud de alrededor de 280,000 kilómetros de diámetro, de modo que Saturno y sus anillos cubren la mayor parte de la distancia que existe entre la Tierra y la Luna (384,400 km).
La cantidad de información que podría escribir sobre Saturno es interminable, tomaría una gran cantidad tiempo incluir todo lo que me gustaría. Así que es mejor liberarla progresivamente en esta serie Sábado de Saturno, o, mejor dicho, Sáturnes de Saturno. En la próxima entrega exploraremos una de las lunas más fascinantes del sistema solar, Encélado, candidato a albergar vida fuera de la Tierra y responsable de uno de los anillos de Saturno.
Shawn, fuera.